originally printed in Hoy (Tribune Media Spanish-language daily)
PANAMÁ-“La música es mucho más de lo que pensamos que es, más que diversión”, comenta el maestro Danilo Pérez, célebre pianista y compositor panameño, director artístico y creador del Panamá Jazz Festival y de lafundación que lleva su nombre, profesor de música en Berklee College of Music y New England Conservatory of Music y también Artista para la Paz de la UNESCO.
Durante el Panamá Jazz Festival realizado en Panamá City la semana pasada, contaba Pérez ocasiones en las cuales su vida le había mostrado la manera tan profunda en la que la música realmente afecta la humanidad.
Comenzó narrando anécdotas de su padre, profesor, cantante y director de agrupación, quien había usado la música para enseñarle al joven Danilo diversas materias incluyendo matemáticas y electrónica.
También comentó otro momento el cual ocurrió cuando coincidió una gira a su país natal con la invasión en 1989 de los Estados Unidos y decidió “si iba a morir, moriría tocando música”. Más se quedó asombrado que llegaron a la función personas de todos caminos de la vida y diversos puntos de vista políticos, y por unas breves horas en medio del caos tuvieron juntos una bella experiencia común.
La música, instrumento de sanación
Esos momentos decisivos en la vida de Pérez se han ido transformado en una visión y misión que dan impulso a una serie de actividades, “Empecé a ver la música de otra manera”, afirma.
En el 2003, fundó el reconocido Panamá Jazz Festival que se lleva a cabo a mediados de enero cada año, y dos años después fundó la fundación que gracias en parte a lo que recauda el festival, le ofrece estudios musicales a niños y jóvenes panameños de áreas comprometidas.
Todo esto forma parte del entusiasta afán de Pérez por ayudar a su pueblo. Aunque ya es profesor en prestigiosas escuelas de música estadounidenses y como artista viaja constantemente, dice que desde el principio se comprometió a usar todas sus experiencias y conexiones para devolverle algo a su querido país.
Por lo tanto, durante el festival, los reconocidos músicos como el saxofonista George Garzone o los jóvenes del Berklee Global Jazz Institute y otros músicos invitados a dar conciertos también ofrecieron diario a un costo mínimo diversas clínicas musicales a decenas de jóvenes panameños, enseñando y aclarando todo tipo de concepto musical jazzista y latino.
Además, la la saxofonista chilena Patricia Zárate, esposa de Pérez y musicoterapeuta, fundó el Simposio Latinoamericano de Musicoterapia, que este año realizó su segunda edición como parte del Panamá Jazz Festival y trató temas, por ejemplo, de cómo usar la música en tratamientos para Alzheimer, autismo y otras condiciones.
Panamá 500
Más, por supuesto, el festival se centró en decenas de extraordinarios conciertos, los cuales se llevan a cabo en dos clubes en el Casco Viejo de la ciudad (incluyendo el nuevo club que lleva el nombre de Pérez) y además en la Ciudad del Saber. Pérez añade Pérez que esta última fue anteriormente base militar estadounidense y que “es muy importante estar y tocar nuestra música en un sitio en el que antes se nos negaba la entrada”.
El concierto icónico del festival lo dio el mismo Pérez en la Ciudad del Saber, en premiere mundial en vivo de su última grabación, Panamá 500, que celebra los quinientos años de que los descubridores españoles vieran el océano Pacífico por primera vez. “Descubrimiento para los europeos”, exclama Pérez, riendo, “¡pero no para nosotros!”.
“En Panamá 500 quería contar nuestra historia”, cuenta Pérez.
“Somos un pequeño país en el centro del mundo, y nuestra música tiene un elemento de tránsito que presenta al mundo”.
Explica que quería presentar las diversas perspectivas de su país y por lo tanto, el concierto incorporó en varias canciones no sólo narrativa verbal en el idioma de los indígenas Guna de Panamá, sino el elemento africano a través del percusionista cubano Román Díaz, quien entonó cantos Yoruba de la tradición afrocubana.
El efecto Panamá
Aún más allá del jazz, Pérez desea que se valore lo que llama “biodiversidad musical” que nace a la par de la biodiversidad de su país. Pérez describe la historia que también está documentada en el nuevo Biomuseo de la ciudad, de cómo hace casi cinco millones de años el istmo de Panamá surgió de cambios sísmicos para unir América del norte y América del sur y de esa manera transformando el mundo de una manera definitiva. Posteriormente, el siglo pasado, la construcción del canal unió los dos mares del Pacífico y el Caribe y creó una vía por la cual transita el comercio mundial.
De la misma manera, comenta Pérez que la música de su tierra muestra influencias de ambos continentes y además de los hindúes, chinos, judíos, jamaiquinos, trinidenses y norteamericanos que llegaron a construir el canal y luego se quedaron en Panamá.
Por lo tanto, el festival también presentó con gran éxito ante un público abarrotado proyectos musicales de panameños como el Transístmico Project centrado en la obra del gran acordeonista folclórico Osvaldo Ayala y el proyecto de latin soul de Lucy y los Soul Brokers.
Todo forma parte del sueño que tiene el maestro Pérez, que Panamá se vuelva modelo para otros países, y el ‘efecto Panamá’ que hace millones de años resultó ser esencial para la vida del planeta, se repita hoy a nivel cultural, al cultivar con el modelo del Panamá Jazz Festival el sentir de aplicar la música como antídoto a los males de nuestras sociedades.